DamarmoVidtinra

 La fe de Jonás, arraigada en lo más profundo de su ser desde su infancia por obra de la tutela de su tío, un viejo sacerdote de la iglesia en la que él predicaba ahora, era cada vez más fuerte, alcanzando proporciones que ni él mismo imaginó jamás. Su salvación dependía de la bondad del Amor Divino, el amor que lo acogería en su seno cuanto llegara el final, el amor que intervendría con su milagroso tacto para que eludiese lo que era inevitable. El aumento de su devoción no tenía límites, alimentada por su necesidad espiritual, la necesidad de prepararse contra lo que se le revelaba, contra lo que veía en sus extrañas, divinas pero terrible

Sus pasos rozaban la hierba húmeda bajo el fresco rumor de la brisa meciendo las ramas de la alameda. Súbitamente, en algún lugar de su existencia, un grito ahogado marcaba un gran sacrificio de luz y bondad, de dolor y agotamiento, y finalmente la muerte lo consumió. Así lo sintió ella, y así dejó correr dos lágrimas por sus mejillas mientras percibía cómo aún en la muerte la sonrisa dio paso al amor de un beso robado que trascendió las razas del tiempo. No mucho después, la eternidad de su caminar la llevó cerca de un joven arroyo en donde detuvo su errante y pensat

Una voz renuente y conocida me es devuelta desde las profundidades. Lejana como un rumor que atraviesa una grieta en la roca, y lejanas también las palabras que conforman las ideas de un pensamiento único entrelazado con el fuerte hilo que forman en él la fuerza de unos sentimientos enraizados en la aparente deriva de un destino velado a estos ojos cansados. Me atraviesa como un proyectil disparado por el certero arco de Artemisa, derrumbando a su paso las torres inacabadas que egoístamente pretendían elevarse sobre la bruma del recuerdo. Queda la urbe inundada por la quietud que fluye tras la catástrofe inexist

Abro los ojos y me incorporo. Una leve brisa llega débil hasta mí para romper mi frágil somnolencia. Me acerco al borde de mi usual elemento para observar con más facilidad a través del cruce de unión de las esencias. Poco más allá de mi acantilado un mar en calma se extiende hasta el infinito. Puedo distinguir a dos divinas criaturas por el brillo de su caparazón. En la orilla se encuentran y me lanzan una mirada amistosa. La brisa torna en viento, extendiéndose sobre el mar para tocarnos. Cierro mis ojos para mirar a través del aire de la única manera posible. Agudizo mi oído